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48. CHING / EL POZO

    “El pozo. Podemos cambiar la ciudad, pero no podemos cambiar el pozo. No disminuye ni aumenta. Van y vienen sacando agua del pozo. Casi se ha llegado al agua, pero si la cuerda no desciende completamente o si el cántaro se rompe, eso trae desgracia.”

    En la antigua China las capitales a veces eran transferidas, sea porque un nuevo emplazamiento parecía más favorable, sea porque la dinastía había cambiado. El estilo de los edificios se ha modificado en el curso de los siglos pero la forma del pozo perdura siendo la misma desde la mas alta antigüedad hasta nuestros días. El pozo es así una imagen de la organización social de la humanidad en sus necesidades vitales más primitivas; esta organización es independiente de todas las formas políticas. Las formas políticas, las naciones cambian, pero la vida de los hombres con sus exigencias permanecen siempre iguales. Ella no se deja modificar. Esta vida también es inagotable. No disminuye ni aumenta, y existe para todos. Las generaciones van y vienen, y todos gozan de la vida en su abundancia inagotable
    De todas maneras, una buena organización política y social requiere una doble condición. Se debe descender hasta los fundamentos de la vida misma. Toda actitud superficial en el establecimiento de las reglas de vida, dejando insatisfechas las necesidades vitales, es tan imperfecta que la ausencia de toda tentativa de reforma. Es igualmente mala la negligencia que hace que el cántaro se rompa. Si por ejemplo la defensa militar de un Estado es llevada a tal exceso que provoque la guerra y lleve así a la destrucción del Estado, eso equivale al cántaro que se rompe. El hexagrama se aplica de la misma manera a los individuos. Las diferentes disposiciones y la educación distinta entre los hombres inducen a una diversidad entre los pueblos. Pero la naturaleza humana en el fondo es siempre la misma todos los hombres. El hombre puede, en el curso de su formación, extraer de la fuente inagotable de la naturaleza divina que es la esencia del hombre. Pero allí dos peligros lo amenazan : el primero es que el hombre no la penetre, en el curso de fu formación, hasta las verdaderas raíces de la humanidad, sino que se quede prisionero de las convenciones (tal formación es tan mala como la ausencia de formación) y el segundo, que se hunda bruscamente abandonando la formación de su ser.