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Visualizacion Agua

    Nos visualizamos en el aire, sobrevolando en la extensión sin formas, sin fin, con un paisaje allá lejos, donde ha quedado el bosque y la fogata. Sólo sentimos el viento y la liviandad. Se empieza a nublar y cae una llovizna fina, pero penetrante. Llovizna sin parar. Y debemos regresar a la tierra, a apoyar los pies. 

    Ahora nos ponemos a caminar. Nos mojamos, sentimos que ha refrescado y se ha hecho un atardecer muy oscuro. Caminamos en la espera de alguien. Hace tiempo que vamos siguiendo un camino, pero ahora sabemos que tiene que venir alguien. Sintamos la sensación de la espera, de la noche que se aproxima, del frío, de la ausencia. 

    Vamos a llegar a una fuente de agua. Es una fuente muy grande, con la superficie del agua salpicada con la llovizna. Miramos en ella, pero no se ve más que nuestra imagen fragmentada. Nos fijamos, ahí al costado hay un banco. Nos sentamos en él, aunque tengamos frío. Esperemos. Nos dedicamos a esperar. Sentimos nuestra presencia, y sentimos esa espera. 

    En un momento, ha dejado de llover. Miramos el cielo, las nubes se abren y aparece una luna enorme y muy blanca. Nos paramos y nuevamente nos miramos en la fuente de agua: ahora aparece una imagen del pasado, de nosotros hace ya un tiempo. Mirémosno. 

    Nos vamos a ir acercando a la imagen. Sintamos que hundimos las manos en el agua, que acercamos la cara y el agua nos recibe. Sintamos el agua cómo nos envuelve y nos dejamos caer en la fuente. Vayamos hacia dentro, hacia lo profundo. Nademos hacia lo hondo, la fuente no tiene final. Tranquilos, podemos respirar. 

    Más en lo profundo, más profundo. Cada vez más hondo. Ya no se ve la luz de luna, pero hacia el fondo se ve un resplandor luminoso, claro.  Nademos hacia él. Vamos a ir acercándonos a la abertura de una caberna. 

    Entremos. Notamos que sus paredes son rocas muy antiguas. En ellas hay símbolos, que resultan luminosos y que son como la luz de la luna. Intentemos distinguir esos símbolos. Qué vemos en ellos. Sigamos buscando. Hasta que en una pared vamos a encontrar un espejo. Nos vemos en él. 

    Nos quedamos un rato contemplándonos. Vemos que a nuestros lados pasan sombras, son formas de distintos tamaños que voy reconociendo. Soy yo en mis distintas edades. Cada una de las personas que fui. Las busco, las miro a los ojos. Las veo ahí, pasando. Voy a elegir una en especial y la miro a los ojos. La traigo hacia mí. Le doy un fuertísimo abrazo. Le digo algo lindo, algo que me salga del alma. Vuelvo a abrazarla y la dejo ir. 

    Sigo nadando. Tengo que salir de la caberna. Salgo a una extensión enorme, interminable. El agua toma la potencia del océano. Siento su olor salado, sus mareas vertiginosas. Siento sus enormidad sin límites, su eternidad llena de vida. 

    Intento buscar la vida que hay en lo profundo, esa vida llena de colores y de formas extrañas. Buceo entre esas vidas. Veo que hay rocas muy antiguas. Busco una en especial. Siento su textura y su dureza, su frío y su solidez. La muevo y de abajo de ella salen antiguos dolores que ahora se sueltan y se van, dolores que han quedado atrapados ahora se van. Los siento soltarse, los siento disolverse. 

    Continúo nadando en la inmensidad. Siento mi cuerpo liviano, abierto, disolviéndose en el agua. Siento que me voy convirtiendo en agua, que soy parte de toda esa extensión ilimitada, que soy parte de lo eterno, que soy el mar. 

    Visualizo el mar sin horizontes, una interminable extensión llena de vida, de energía. Y veo el sol alto, elevado, esa bola de fuego que da fuerte sobre el agua, que la penetra, que la atraviesa hasta cierto lugar, más del cual no puede ir. Siento que mi respiración, mi sangre, todo tiene el ritmo del mar. Siento que soy olas, viento, marea, delfin, sol, arena, sal, fuerza, siento que soy el mar. 

    Con estas sensaciones del mar vivo, del mar infinito y eterno, empiezo el camino de retorno.