Vean otra vez al carnero. Vean su luz, su fuego, su carrera vertiginosa, su potencia y su cabeza gacha. Escuchen el ruido de sus cascos. Vean cómo corre, ya no en la playa, sino a campo traviesa. Vean cómo corre en la pradera. Observen que, ahora, el carnero da señales de cansancio, su luz se opaca, su fuego se apaga. El carnero está cansado, se ha consumido, ya no tiene más energía. El carnero necesita energía y, por eso, está obligado a detenerse. Fíjense cómo esa masa de luz y de fuego, ya mortecina, se detiene y comienza a alimentarse. El carnero “necesita”. El carnero necesita comer. Vean cómo, al comer, aquello que incorpora, la materia que incorpora, oculta el fuego y la luz. Ese carnero se va transformando en una enorme masa negra de carne, de músculos, que va creciendo, alimentándose, hasta convertirse en un inmenso toro negro de cuernos muy blancos que se alimenta en la pradera. Vean a ese toro desde lejos. Véanlo en medio del verde prado, bajo el cielo muy azul.
Observen nubes pequeñas, muy blancas, y sientan la brisa, siéntanla en su cuerpo. Huelan los perfumes del campo. Miren las flores, con sus colores, de las cuales provienen los perfumes. Observen los gigantes árboles cargados de frutos maduros con pájaros que revolotean sobre ellos. Escuchen el canto de los pájaros, el zumbar de las abejas, el murmullo de un arroyo. Traten de sentirse en medio de esta pradera, percibiendo la brisa detrás de ustedes, percibiendo que detrás de ustedes hay árboles. Traten de sentir la plenitud de la vida de la pradera. Acérquense al toro, vean cómo se alimenta. Vean sus músculos potentes, vean sus ojos. Acérquense más. No tengan miedo. Ustedes van a tocar al toro, lo van a acariciar, sentir y apreciar su cuerpo, su musculatura. Sientan la potencia de esa masa viviente sobre sus cuatro patas. Siéntanse firmemente apoyados sobre la tierra. Aprecien el sabor de la hierba, su olor, cómo es alimento. Aliméntense. Sientan cómo entra la energía y se transforma en su interior. Sientan cómo circula la sangre en sus venas, cómo están llenos de vida. Sus movimientos son muy lentos porque son muy grandes, pero sientan toda la potencia de su cuerpo. Sientan que podrían lanzar su cuerpo si fuera necesario. Sientan la vitalidad, la sexualidad del toro, la energía que corre, que entra y corre. Vean el mundo con los ojos del toro. Aprendan de la mirada del toro. Traten de ver los árboles, los pájaros, las nubes, tal como mira el toro: oliendo, saboreando, escuchando, viendo cómo afuera está la vida, la misma vida que está adentro. Todo es vida. Vida afuera que entra. Vida adentro que sale. Sientan cómo circula la vida en sus cuerpos y fuera de ustedes. Ustedes son vida. La vida afuera, la vida adentro. Una sola vida.
Esa es la imagen para el signo de «Tauro».