Desde los astros más lejanos, te bendigo.
Si me abres tu corazón,
ahí escucharás resonar mi voz,
un canto semejante al murmullo de un cauce profundo.
Soy yo quien te preserva de los ojos que dan mal,
quien elimina de tus sueños el resplandor de la locura,
quien cede tu dolor o tu miedo y lo hace silencio.
Creada sólo para ti, no tengo otra misión que cuidarte.
Si tú desapareces, yo me esfumo.
Cuando tu plazo llega a su término, te lo anuncio con sutiles signos
para que pongas las cosas en orden y te liberes de lo superficial.
No te inquietes; llegado aquel momento, ayudaré a tu razón
a disolverse en ese abismo de unidad que es pura maravilla.
Nunca estuviste solo, simplemente te acompaño sin invadirte
para que puedas disponer de mi luz cuando lo necesites.
Fuiste algo antes de venir, serás algo después de irte.
Nada te fue dado que no fuera para todos.