Sagrada hija de la fiera verde, soplo que clama por la forma,
sangre que aceita a las espadas, semen del volcán interno,
retiro la máscara del punto vacío; creo en el vientre árboles de fuego.
Más allá, al comienzo de todos los senderos,
donde ni siquiera los espejismos mienten, soy la miel que florece
en el cadáver del héroe, llave que es la suma de todas las entradas.
Quiero que el suelo se transforme en piel de virgen
para que los pasos sean caricias que fermenten.
Quiero partir las columnas del templo donde duerme
el ángel del hielo que teme convertirse en sangre.