Peregrino pasajero del encanto de las formas,
mensajero de lo esencial, es decir, de mí mismo,
hago de todos los caminos, mi camino.
Me apodero de las mil cosas al entregarme a ellas,
sin fin ni principio, más antiguo que la noche o el día,
más joven que el niño recién creado por el cosmos.
Soy el fuego de la serpiente, ¿quién se atreve a definirme?
Con mis zapatos rojos borro los caminos del mundo,
doy vuelta la copa y los cajones del ropero,
hago la vertical o tuerzo el mundo, da lo mismo.
Soy la locura de las nubes, tengo mil formas y siempre me desvanezco.
Soy el vuelo antes del nacimiento del pájaro,
la música sin músico, las construcciones deshechas y el tiempo disuelto.
Soy lo que no soy y no soy lo que soy.
Amo aquello que amo, deseo lo que deseo, hago lo que hago.
Centrado en la fuente de la vida, soy quien no tiene centro,
la vida misma desconociéndose para buscarse.
Soy tu nombre con tu cara, ¿me has reconocido?
Somos la locura, tu locura es mi nombre.
Visto tu ropa y respiro con tu piel.
¿Qué me importa el mundo?
