Vean otra vez al grupo en la cima de la montaña, donde brilla el Sol, donde reina el resplandor. Vean otra vez la fuente de la cual surge potente el agua cristalina, llena de vida. Siéntanse otra vez allí con su propio cántaro multicolor, llenando la vasija y vaciándola, montaña abajo, formando ríos y torrentes. Reconozcan otra vez a sus compañeros de tarea. Distingan otra vez la estrella que brilla en su frente. Siéntanse conectados con esas personas que no conocen y, sin embargo, pueden tocarles el corazón. Sin decir palabra, de pronto, se darán cuenta de que algo ha cambiado. Todos lo notan al mismo tiempo. Lo que van a hacer, con toda naturalidad, es dejar los cántaros, reunirse y tomarse de la mano.
Irán hasta el borde de la montaña, mirarán hacia abajo y verán que ya no hay valles, praderas, bosques ni montañas, sino que sólo hay mar. En todas direcciones, un mar sin límites, un océano sin fin. Vean el oleaje desde la cima de la montaña, cómo rompe sobre las rocas. Imaginen la profundidad de ese mar, el abismo que yace debajo de él. Hasta el horizonte, en todas direcciones, sólo mar y, al mismo tiempo, la certeza de que cada uno de ustedes tiene que ir hacia allí, que ha llegado la hora de entrar en el océano. Todos juntos, tomados de la mano, se lanzarán al agua. Sientan cómo caen, cómo se sueltan de los demás y entran en el agua.
Sientan el efecto de ese océano. Sientan como si su cuerpo se disolviera. Ustedes están entregados al océano. El océano los llama. Su cuerpo se disuelve, no sienten sus límites, y se entregan. Van hacia el fondo. No tengan miedo, porque lo que hay en ustedes es de la misma naturaleza que el agua en la que están inmersos. Pueden respirar allí, mientras se hunden cada vez más en ese cuerpo en disolución. Vean cómo se alejan cada vez más de la superficie y llegan a zonas donde ya no llega la luz del Sol, donde todo es noche, donde todo es oscuridad. Tendrán la sensación de ir hacia el abismo, hasta que se darán cuenta de que su estrella brilla en su frente, y es por eso que pueden distinguir en las profundidades del océano. Déjense guiar por la luz de la estrella, cada vez más hacia abajo, hasta que toquen el fondo del océano.
Notarán que allí hay rocas muy antiguas, y muchas de ellas tienen extraños signos grabados. El tiempo está allí, en el fondo del abismo. También se darán cuenta de que hay seres atrapados debajo de las rocas. Su instinto será remover esas rocas. Háganlo: remuevan las rocas del fondo. Verán cómo pequeños cangrejos logran liberarse de las rocas y nadan hacia arriba, hacia la luz del Sol. Dense cuenta ahora de que no son los únicos que están removiendo las rocas: a los lados verán las estrellas de sus compañeros de la montaña brillando en el fondo del abismo, como si el cielo estrellado hubiera descendido a las profundidades del mar. Retengan esa imagen de todos aquellos que, como ustedes, sienten el instinto de remover las rocas para que los cangrejos se liberen y asciendan a la superficie.
Los cangrejos ni siquiera los ven, ni siquiera se dan cuenta de lo que ustedes hacen, pero ustedes sienten que es lo que deben hacer. Ustedes son el movimiento que va hacia abajo para que algo se libere en el fondo y ascienda. Eso es lo que tienen que hacer; esa es su naturaleza. Descender para que lo que está en el fondo suba. No hay diferencia entre ustedes y los cangrejos. Es un solo movimiento. La Vida asciende y la Vida desciende. Se busca, se reúne y se separa. Es un solo movimiento…
Esta es la imagen para el signo de Piscis…