Vean otra vez al guerrero cabalgando sobre el dragón. Vean otra vez el ascenso y el descenso. Siéntanse allí, sobre el dragón, comprendiéndolo cada vez más, acompañándolo, sintiendo que las oscilaciones son cada vez menos bruscas. Pero sientan también que están cansados, agotados por ese movimiento incesante. Sientan que anhelan una resolución, pero que no saben cómo lograrla. Tendrán el impulso de pedir ayuda. Van a desenvainar la espada. Sientan la espada en su puño y elévenla pidiendo ayuda, y verán que desde una montaña muy lejana, con una luz en su cima, sale un rayo de luz. Ese rayo de luz baña la espada, los inunda e inunda al dragón. Déjense inundar por esa luz, dejen que penetre en ustedes y que penetre en el dragón, y verán cómo todo cambia. De pronto, están galopando sobre un corcel blanco en una inmensa llanura. Sientan el viento en el rostro y en el cuerpo. Ya no llevan ropa de guerrero, sino un atavío muy liviano. Sientan cómo el viento los baña mientras galopan sobre el corcel blanco debajo de sus cuerpos. Sientan su docilidad y la alegría del galope en la pradera, sin obstáculos. Sientan ganas de reír, de gritar. Acaricien el cuello del caballo. Tendrán ganas de abrazar a ese ser dócil, pero potente, veloz, que responde al más mínimo contacto de sus rodillas y talones. Sientan la belleza de su movimiento, y sientan que no necesitan dirigir el galope, porque en realidad el caballo blanco sigue la dirección de una flecha de fuego que surca el cielo, apenas delante de ustedes. Obsérvenla. Sientan cómo esa flecha marca el camino, cómo el caballo la sigue sin equivocarse jamás. Entréguense confiados al galope, que se vuelve cada vez más rápido. Gocen con el movimiento. Vean cómo cambian los paisajes, cómo atraviesan ahora una doble hilera de columnas: blancas a un costado y negras al otro. Ustedes pasan exactamente en el medio, con la flecha y el caballo. Ya no miran a los costados; miran hacia adelante. El viaje sigue. Cada tanto, la flecha parece haber llegado a destino; se oculta tras una montaña o entre los árboles de un bosque. Sin embargo, cada vez la flecha vuelve a aparecer y el viaje continúa. Continúa el gozo. Sientan cómo quizás ese viaje continúe para siempre. Sientan cómo eso no importa, cómo lo que aman es el galope, el viaje, la libertad y la alegría. El viaje. El viaje es lo único que existe…
Esa es la imagen para el signo de Sagitario…