Imaginen que están en su casa. Siéntanse en ella. Siéntanse rodeados por todos los elementos conocidos de su vida, por el afecto que han depositado en su casa. Perciban la sensación de seguridad y de identidad que les da. Miren la foto de los seres queridos, de su propia historia. Recorran los objetos. Siéntanse cómodos. Allí son.
Hasta que pasan delante de un espejo y, con mucha sorpresa, se descubren vestidos de una manera muy peculiar. Esto es algo de lo que no se habían dado cuenta antes. Están vestidos con ropas de colores y formas muy extravagantes. En el momento en que se ven en esa imagen, completamente diferente y extraña, se dan cuenta de que es la hora de irse, que es el momento de dejar su casa. Se dan cuenta de que pueden llevar algunas pocas cosas, las más esenciales, haciendo un paquetito, un pequeño envoltorio. Además, llevarán con ustedes una rosa, un diamante y un perro. Con las cosas que hayan elegido, más estos tres últimos elementos, saldrán de su casa, cerrarán la puerta con llave y se irán alejando.
Cuando ya estén en la calle, más lejos, mirarán hacia atrás y observarán la llave. Se darán cuenta de que no volverán nunca más. Arrojarán la llave muy lejos de ustedes, donde ya no puedan encontrarla, y seguirán su camino. No saben adónde van. Van alejándose cada vez más de los lugares conocidos, como si a veces apareciera un misterioso cartel con una flecha que dice: “Hacia ninguna parte…”. Ustedes van hacia ninguna parte.
Imaginen que ya están lejos de la ciudad, en el campo, en lugares que desconocen. No saben hacia dónde van. De tanto en tanto, se cruzarán con otras personas, vestidas también de manera muy extravagante, con una rosa, un diamante y un perro. Compartirán un trecho del camino con esas personas y se sentirán muy afines a ellas. En algún momento, el camino se separará y ustedes seguirán hacia su propio “ninguna parte…”.
Van a continuar siguiendo esos carteles imaginarios, esas flechas que los llevarán hacia una montaña. Subirán la montaña, que no es demasiado alta, y cuando estén en la cima, podrán respirar el aire frío y estimulante de la montaña, sentirán el calor del Sol y observarán, desde muy lejos, los valles y las ciudades. Lo harán desde una gran distancia y se darán cuenta de que es el momento de volar.
Miren hacia abajo, sientan que es una locura saltar sobre el abismo y que volar parece imposible, un acto totalmente irracional. Sientan esa locura y salten. Extiendan los brazos. Ustedes pueden volar. Atrévanse a volar. Siéntanse volando, flotando en el aire. Sobrevuelan ciudades y campos, sintiéndose totalmente libres. Vean a los pájaros pasar y a ustedes entre ellos. Sientan las ganas de alejarse cada vez más: alejarse de la ciudad, alejarse de los campos, alejarse también del planeta Tierra. Vean cómo la Tierra se achica, cómo la Luna se achica, y cómo todos los demás planetas también se hacen pequeños.
Sigan volando y ante ustedes aparecerán mares enormes de estrellas en un espacio cada vez más amplio, un océano infinito de puntos luminosos. Sientan que no se quedan en ninguna parte. Cada vez aparecen mundos nuevos, diferentes, atractivos. El espacio es cada vez mayor, y ustedes se abren a un espacio cada vez más infinito. Se están alejando de la galaxia, de la Vía Láctea. Se están alejando del Universo mismo para que aparezca otro Universo, y el espacio es cada vez más amplio, más infinito. Y ustedes siguen, con la libertad de ir hacia ninguna parte. Sin final. Hacia ninguna parte… Esta es la imagen para la energía de Urano…